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El cambio climático ha puesto la gestión hídrica en el centro del debate sobre la sostenibilidad. Las alteraciones en los ciclos del agua, el incremento de eventos extremos asociados al agua, como sequías e inundaciones, y la creciente presión sobre los recursos hídricos convencionales nos obligan a repensar como transformar el sistema agroalimentario para que sea resiliente y sostenible.
En este contexto, el uso de fuentes no convenciones como el agua regenerada emerge como una solución clave para garantizar la seguridad hídrica y alimentaria en un mundo que deberá alimentar a cerca de 10.000 millones de personas en 2050.
El crecimiento demográfico y la urbanización acelerada también agravan la presión sobre los recursos hídricos. Se estima que el 66% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050, lo que implica una mayor necesidad de infraestructuras hídricas eficientes, como las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR). Estas infraestructuras no solo deben servir para tratar el agua de manera efectiva, sino que deben transformarse en centros de producción de recursos valiosos, como el agua regenerada, que puede desempeñar un papel fundamental en la resiliencia hídrica global.
El agua es un factor crítico en la producción agroalimentaria. Actualmente, la agricultura consume en promedio el 70% del agua extraída a nivel mundial. Sin embargo, cada vez más regiones están experimentando estrés hídrico, y se prevé que, en 2050, el 52% de la población mundial vivirá en áreas afectadas por este problema. La sobreexplotación de fuentes convencionales de agua ha derivado en problemas de escasez, deterioro de la calidad del recurso y conflictos por su acceso. Es aquí donde el uso de fuentes no convencionales, como el agua regenerada, ofrece una alternativa sostenible y alineada con los principios de la economía circular.
Los sistemas de producción agrícola deben de adaptarse a esta nueva realidad, reduciendo su impacto ambiental y optimizando el uso de los recursos. Las prácticas convencionales de irrigación han ejercido una presión significativa sobre los cuerpos de agua superficiales y subterráneos, reduciendo su disponibilidad y comprometiendo la seguridad hídrica futura. En este contexto, la incorporación del agua regenerada en los sistemas de riego se presenta como una estrategia viable para garantizar la producción de alimentos sin agravar la crisis hídrica global.
El agua regenerada, es decir, aquella que ha sido tratada para cumplir con estándares de calidad que permiten su reutilización, puede ser una herramienta clave en la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios. Su aplicación en riego agrícola reduce la presión sobre fuentes de agua dulce, ayuda a la recarga de acuíferos y mejora la resiliencia de los sistemas productivos frente a la variabilidad climática. Además, su implementación puede contribuir a la reducción de la contaminación de cuerpos de agua naturales al disminuir la descarga de efluentes sin tratamiento adecuado.
Algunos de los beneficios clave del uso de agua regenerada en la agricultura incluyen:
A pesar de sus múltiples beneficios, la adopción del agua regenerada enfrenta desafíos como la percepción pública, la regulación estricta y los costos de inversión y mantenimiento de las infraestructuras. No obstante, ya existen proyectos de reutilización exitosos como el caso de Murcia en España, que han demostrado que, con una planificación adecuada, inversión en tecnología y campañas de sensibilización, es posible incorporar esta fuente de agua en el esquema productivo de manera segura y efectiva.
Uno de los principales obstáculos en la reutilización del agua regenerada es la percepción pública ya que la idea de usar agua procedente de las aguas residuales en la producción de alimentos genera rechazo debido a preocupaciones sobre su seguridad y calidad. Es crucial llevar a cabo campañas de educación y concienciación para informar a la población sobre los rigurosos procesos de tratamiento que garantizan la seguridad del agua regenerada y sus beneficios ambientales.
El marco legal sobre el uso del agua regenerada varía entre países, lo que dificulta la implementación de innovaciones y de proyectos de reutilización. Pero la Comisión Europea, publica en 2020 el Reglamento (UE) 2020/741 del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a los requisitos mínimos para la reutilización del agua con el objetivo de homogeneizar el marco legal y promover la reutilización en el sector.
En España, el Real Decreto 1085/2024 de octubre de 2024 que regula la reutilización del agua, usos y controles de calidad para una gestión sostenible, actualiza y amplía el marco legal, alineándose con los nuevos desafíos en la gestión del agua y la sostenibilidad hídrica.
El tratamiento del agua regenerada requiere inversiones en tecnología e infraestructura que pueden resultar costosas. Sin embargo, el desarrollo de tecnologías más accesibles y el apoyo gubernamental mediante incentivos y subsidios pueden facilitar su adopción.
Existen ejemplos de países que han implementado con éxito programas de reutilización de agua regenerada en la agricultura:
Estos casos demuestran que, con la combinación adecuada de políticas públicas, inversión en tecnología y educación, el agua regenerada puede ser una solución viable para la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios.
La crisis hídrica global demanda soluciones innovadoras y sostenibles. El uso del agua regenerada en la agricultura no solo representa una estrategia viable para garantizar la seguridad alimentaria, sino que también contribuye a la resiliencia climática y a la preservación de los recursos hídricos para las generaciones futuras. La transición hacia un modelo de gestión hídrica basado en la circularidad (agua y nutrientes) no es solo una opción, sino una necesidad imperante en el camino hacia la sostenibilidad.
El desarrollo de políticas públicas que incentiven la reutilización del agua, la inversión en tecnologías de tratamiento eficientes y la formación y concienciación de la sociedad sobre sus beneficios serán claves para que esta alternativa se consolide a nivel global. Solo mediante un enfoque integral y colaborativo podremos garantizar que las futuras generaciones cuenten con los recursos hídricos necesarios para su bienestar y desarrollo.
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